martes, septiembre 26, 2006

Inés del alma mía *** 1/2

Isabel Allende

El último libro de la escritora chilena, Isabel Allende, me generó entusiasmo y desazón, o quizás, amor y odio, aunque yo no entiendo de amores gracias a mi pésima memoria.
A ver, vamos despacio... Allende escogió la primera persona para relatar su novela
[1], una crónica del siglo XVI... Se jugó el todo por el todo.
Hacer una novela histórica no es fácil, que lo diga García Márquez, quien metió la pata en El general y su laberinto –lea esa novela con detenimiento y cuando encuentre el desaguiso no le diga a nadie su ubicación exacta porque el copyright es de una amiga mía–
Pero volvamos a la novela de Isabel. El que sea histórica, o no, debería tenernos sin cuidado, lo que cuenta es el disfrute de un buen libro, o si se quiere, el triunfo de un intento literario.
La autora nos advierte desde el principio (oh-oh, mal presagio) de que ha modernizado (¿?) el castellano de aquellos tiempos y de que narra los hechos tal y como fueron documentados.
Entiendo el asunto si con ello se refiere a la gramática y a la ortografía, sin embargo, ninguna persona del siglo XVI pudo haber dicho: “Todo es subjetivo...” (p.58)
Frases de esa índole, bastante frecuentes al principio, le restan verosimilitud al relato. Lo verosímil, como decía Pirandello, es lo que cuenta.
Pero bueno, dejemos de lado esos errores (nimios para algunos, insoportables para otros)

La novela tiene momentos cumbres, inolvidables, como cuando doña Inés Suárez decapita a los caciques y lanza sus cabezas por el aire, o cuando narra los mitos y costumbres de los indios chilenos, los mapuche, antes de defender su tierra y atacar a los huincas (los españoles)
–Contáles de los primos que se casaron, cuyo ardor llegó a ser legendario... uyuyuy, igualitico que...
–¿Que quién, abuela?
–A nadie, m’ijo, a nadie... seguí, seguí, carajo.
La abuela leyó la novela conmigo de cabo a rabo, porque quería saber quién era la tan famosa Inés y de paso, tomó nota de las cosas que le gustaron, como la lista de medicamentos, hierbas, ungüentos y otros pormenores extraños: “...precipitado blanco... sangre de drago, piedra infernal... tierra japónica...” Además, la historia de Lautaro la leímos una y otra vez.
Aplaudo a la escritora por investigar y escribir sobre los inicios de la conquista en Chile. Me encanta que la protagonista sea una de tantas mujeres (marginadas y vilipendiadas por la "historia")
Pero siento que no es doña Inés quién habla (escasas excepciones), sino, Isabel Allende.
Es difícil saber cómo era doña Inés Suárez, pero ese vacío pudo convertirse en el mayor mérito de Allende. La escritora, podía formar un personaje íntegro por los cuatro costados, pero el resultado fue esa Inés ambigua y un tanto superficial (casi nada al fin y al cabo terminamos sabiendo de ella, ¡de ella!, que se esconde en el pellejo), tan sujeta a Pedro de Valdivia (Pedro para arriba, Pedro para abajo
[2])
Y aunque así halla sido según los hechos, eso a mí me vale un pito, que doña Inés debió parecerse un poco más a doña Bárbara o a la Margarita de Stendhal y un poco menos a Anna Karenina.
Por último, porque me extendí más de lo debido, la nota aclaratoria del final me deja la sospecha de que la autora debería hacerle menos caso a su agente y más a esa “imaginación patológica” de la que dice la han acusado a menudo sus retractores.
Y si he dicho al principio que me genera odio, es porque me recuerda esos hechos tan infames, esa conquista (para que andarse con eufemismos), ¡esa carnicería!, y ese bla, bla, bla que nos acompaña desde la cuna, a la escuela: "Hoy 12 de octubre, nos sentimos orgullosos de conmemorar el encuentro de culturas..."
¡Qué horror!, a mí lo que me da es vergüenza y este libro ha logrado que recuerde, que no olvide, ha logrado que me sienta triste, aunque también me hizo reír y tener miedo, porque en la novela abundan las sabandijas y no faltan españoles que se las coman en un santiamén.
-Creo que te falta algo, carajo.
-¿Qué, abuela?
-Esa señora aún no ha escrito su mejor novela.




1“Soy Inés Suárez, vecina de la leal ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura...”
2 La crónica termina cuando muere doña Inés en 1580, el último registro es la narración de la muerte de Pedro de Valdivia.

domingo, septiembre 03, 2006

A Sangre Fría ****

Truman Capote

Me topé con este libro un día de tantos por accidente, alguien lo había abandonado en una de esas librerías tan empolvadas como mi abuela.
_¿Qué dices sabandija?
_Nada abuela, nada.

¡Ups! -todo por saber como suenan las palabras-.
Y una tras otra me fui leyendo A Sangre Fría.
Una novela de no ficción que coquetea con los amantes del género policial. Aunque es posible que les decepcione el hecho de saber quién es qué desde el principio... (eso me recuerda a El Túnel de Ernesto Sábato).
Pero a otros parroquianos les bastará con saber que la novela ¨es de la vida real¨.
_Ay que ternura, carajo.
_ De tierno no tiene nada, abuela...ni puede tenerlo porque es precisamente como la vida.
_Entonces será como la tuya...
¡Y vaya subtítulo! Apenas para morder el anzuelo.
A lo largo de la novela Capote ahonda en las razones sociales y psicológicas por las que dos exconvictos en libertad bajo palabra cometen un asesinato múltiple en 1959.
Las descripciones son magníficas, verdaderas pinceladas de artista que nos muestran los ambientes y las personas que de una u otra manera se vieron involucradas con la familia Clutter en Holcomb, un suburbio de Kansas City.
Pero muchas veces las descripciones se desbordan hasta el cansancio. A Sangre Fría le calza a la perfección eso de su mayor cualidad es también su peor defecto.
Sin embargo, cuando creemos que ya todo ha sido dicho, Truman Capote nos sorprende con otras tantas historias paralelas... no puedo quitarme de la cabeza a Clyde Barrow y su amante asesina Bonnie Parker.
Ni la escena de los gatos en la plaza cuando todo Garden City espera la llegada de Perry Smith y Dick Hickock el día que son encarcelados a la espera de un juicio.
Ah sí y casi se me olvida: Los últimos párrafos corresponden a los mejores finales del que esta sabandija tenga memoria.
_Decí que fue como cuando murió tu abuelo, carajo. ¡Qué funeral!
_Como no.
_Como no, si fue un bailongo inolvidable... que enterrémoslo aquí, no, no, que mejor por allá...
_Abuela sea más seria, en esta novela no baila nadie y eso del bailongo es inverosímil, no se lo traga nadie.
_Bueno, bueno... pero, ¿de quién sino heredaste esas mentirillas que te pegas a veces?