miércoles, junio 20, 2007

Pan *****

Knut Hamsun

Este libro es una rareza, una joya en medio de un pajar.

Al principio es semejante a muchas otras del siglo XIX, con hermosas descripciones sobre el mundo exterior.

Pero el mundo de Hamsun está lleno de personajes que son como los frutos. En un principio adorables.

Pero todo fruto termina por podrirse. Y sino que lo digan los amantes de Dogville.

A la abuela le gustaría ir de caza por Nordland, convertirse en Pan, en Iselin o en una antigua diosa de los bosques.

¿El odio?

¿El tedio?

–Abuela, creo que le iría muy bien hacer de bruja.

–Claro, te convertiría en una práctica escoba, quiero decir: en algo útil.

Pan, es para mí una obra maestra. Lo salvaje palpita entre sus líneas y es un libro extraño, una mezcla de poesía y maldición.

Ningún elemento es fortuito, son símbolos y funcionan como piezas de ajedrez sobre el tablero.

Al igual que otros de sus libros (Hambre, Trilogía del vagabundo), Pan expone al individuo (Thomas) sofocado por la angustia, enajenado, apartado de la sociedad y de su aparente normalidad.

Pero ese alejamiento ocurre siempre demasiado tarde. La cizaña se lleva en el alma y la venganza, la ira, el odio, renacen, como la semilla de todo lo humano.

Hamsun fue uno de los escritores favoritos de Juan Rulfo
.

En Trilogía del vagabundo hay una mención a un pueblo donde los muertos están vivos…
y es imposible no pensar en Pedro Páramo.

Claro, claro, pero leerlo en noruego debe ser una delicia.

–Pero si vos medio leés en español, carajo.

–Tal vez, abuela, tal vez, pero el perro se llama Esopo.

–Bah ¿y eso qué, carajo?

miércoles, marzo 28, 2007

Babelia**

Esta “novela” la leí en medio de una crisis familiar:

–Es el trabajo, abuela.

–Al carajo con eso, hombre.

Hasta ahora, me había salvado de leer el borrador de una novela. De ahí a publicarlo existe, digamos, la distancia que hay entre un sanitario y una obra de arte.
Con solo el inicio ya sabemos por donde anda la cosa
[1]: exceso de palabras, narrativa floripondiosa, metáforas infelices (infelicísimas), personajes inocuos, otros a los que en definitiva, les falta mayor relieve y coherencia.
Se salvan, excepcionalmente, algunos diálogos de pocas líneas.
Me da la impresión de que es un libro para quien no lee literatura. ¿Y entonces?
Dicen las lenguas (marketing) que es un libro cuya intención “...va más allá de entretener, su objetivo es lograr que el lector se cuestione el entorno en el que se desenvuelve, su cotidianidad, que logre enfrentar un mundo que es encantador en parte pero que es una realidad ácida al mismo tiempo, capaz de turbar al lector.”(La Prensa Libre On Line, 2 de octubre del 2006)
¿Turbar al lector? Para lograr eso la literatura no puede llover sobre mojado. Consumismo, soledad, la búsqueda de lo trascendente, el medio que oprime al individuo... son cuestiones que nos atañen, pero de nada vale decir las cosas que todos dicen de la manera en que todos las dicen.
En este sentido esta novela es un GRAN LUGAR COMUN. Un ejemplo sobre cómo una buena idea no es un buen texto.
Y es el cómo y no el qué, lo que separa a la literatura de una simple rabieta, de un panfleto o de una noticia sobre el agua tibia. Un "deleite" para quienes gustan del falso problema entre fondo y forma.


[1] Subrayo lo que sale sobrando, la falta de gusto, sonido o construcción sintáctica y en algunos casos, el colmo de lo corrongo...

“Eran las cinco y quince de la tarde cuando Ivano saltó del autobús. Hacía el calor húmedo de los implacables días veraniegos. Bramaba el tránsito como un agonizante que se resiste sobre una cama carbonizada. Apresurado el joven se aplastó el pelo y se limpió el sudor de la frente con una manga de la camisa. Luego, se dirigió hacia el Mall que se erguía en la esquina diagonal de una rotonda, enorme construcción en forma rectangular color ocre, con largas filas de ventanas laterales. Había una mujer en la entrada del edificio, taconeando impaciente sobre uno de los escalones. Al ver a Ivano se le demudó el rostro. “Al fin apareciste, ¡ya me tenías inquieta!”, dijo como quitándose un peso de encima...” (Fernández, Guillermo. Babelia. Editorial Universidad de Costa Rica, San José, 2006. pág 1)

lunes, noviembre 20, 2006

Dejemos hablar al viento *****

Juan Carlos Onetti

La abuela camina. Pasa de las cortinas a la pintura del abuelo. Ya no se ríe de su bigote de chiquillo, ni del cuello mal puesto. Hace días que respira las últimas partículas de O2. Pero ella recapacita... retoma su ritual.
"Ese Onetti, es algo terrible"
Tomá un libro de Onetti y date por perdido. El bueno para nada adquiere aires de misterio. El melancólico se anima y el animado, se animala.
En fin, que las cosas cambian.
Se me ocurre pensar en la abuela oculta, en ésa, que se esconde en el armario, o en la otra, la que lleva en el ojo una mueca de cinismo.
Me gusta su rostro esquivo en la avenida, y el fracaso de sus páginas en blanco. Soy culpable por perseguirla y verle entre las uñas mi auto-impuesta culpabilidad.
Sí, abuela, Onetti es un escritor malévolo, genial. Hace rato que sientes frío por su culpa y navegas un poco más por estos años que no son tuyos.
Dejemos hablar al viento. Suficiente. Un viaje exuberante e inspirado, aunque al final termines por mandar a la porra a todo el mundo.
Leer a Onetti es sacar a flote el mal sabor que llevas dentro. Al principio, todo bien. Paladeas las palabras, los adjetivos sorpresivos... te involucras. Hasta puede decirse que te diviertes. A la veintena de páginas la vida ya es amarga, huele a sal y a pulga de callejas y para colmo, estás en un sitio que no debes. Ya no eres el lector, sino el espía de vidas ajenas con deleite, y lo mismo, con vergüenza. Sí, abuela, es tu culpa que Medina sea un cobarde y el destino de Frieda, el de Seoane, o el de Juanina. Sé que piensas en la pintura y te acuerdas del abuelo... me equivoco... solo suspiras por las nalgas apretadas del Cordobés.


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"Cualquiera, en Lavanda, una noche de verano, puede extraviar a una mujer sin usar nada más que distracción. Basta manejar un coche atendiendo los peligros, mirando con simuladas furias y atenciones hacia el frente, hacia los costados de las bocacalles.
No sé donde fue que la perdimos."

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"Le dije que sí, claro, comprendo, no faltaba más, gracias, pensando en sus nalgas oprimidas por pantalones negros de torero; su camisa adornada, su viril determinación de no menerarse salvo que el movimiento fuera imprescindible.
-Todo está bien, Manolete -repetí las gracias.
-El Cordobés, si no le molesta -dijo con rabia y ternura y colgó el teléfono."

martes, octubre 17, 2006

Los Salvajes ***1/2

Jessica Clark

Un amigo me pasó este libro convencido de que yo le pondría un ridículo asterisco. Pero no. Calificar un libro de cuentos es difícil. Sobre todo si está compuesto de cuentos muy buenos, regulares y malos.
Es por eso que esta sabandija no considera justo que tenga que calificarse como un todo, aún cuando la autora pretenda lo contrario.
Pero ni modo.
Hay en este libro tres cuentos que a mi criterio no llenan las expectativas: "Ripper", "Los salvajes" y "Ricochet" (aunque Juan Durán diga lo contrario, en la contraportada
[1])
Sin ellos el libro gana.
En los otros cuentos se nota el talento, el ejercicio constante de la escritura, que inicia cuando aprendemos a leer.

-Además, tiene ese otro talento del que careces, carajo.
-:)
-Inteligencia, hombre, inteligencia.
-:(

(Creo que voy a tomar en serio el comentario- sobre la abuela-que alguien dejó ... )

Hay en el resto de los relatos buenas dosis de investigación y una gran capacidad de "masticar" las herencias literarias.
Me gustaron en particular Conspiracy Theory II, con un personaje digno de figurar en los mejores perfiles literarios y con un ritmo de narración adecuado a la trama.
Me entusiasmaron, además, La Femme, Veinticuatro y La Tala.
Existen, en algunos de los textos, ciertos errores de concordancia que dificultan la lectura.
Pero lo más triste es que no se salva de la peor de las pandemias postmodernas, el "horror" de nuestros días: "la diagramación", "la composición", un poco ladeada -hay que girar el libro o torcer el cuello- apto para amantes de Tortícolis. (Insigne personaje mitológico)
Ateniéndonos al contenido, es un libro que vale la pena. Sobre todo para aquellos o aquellas que quieren seguirle la pista a los nuevos talentos nacionales.
Si mi amigo le pone un * es porque solo se leyó dos cuentos muy malos: Ricochet y Los Salvajes.
Por eso, dos recomendaciones a la autora:
a. La próxima vez, piense en sus lectores¨: mi amigo y la abuela corrieron a leer Los Salvajes, pensando -ingenuamente- que sería el mejor relato... decepcionados abandonaron el libro a su suerte... eh perdón, a la mía.
b.Y otra recomendación, si se quiere superficial y mercantil: Es más efectivo Jessica Clark... y punto.



[1] Aunque queda la duda si se refiere a Ricochet, como él dice, o a la Femme, que es en realidad el último relato y no el anterior.)


martes, septiembre 26, 2006

Inés del alma mía *** 1/2

Isabel Allende

El último libro de la escritora chilena, Isabel Allende, me generó entusiasmo y desazón, o quizás, amor y odio, aunque yo no entiendo de amores gracias a mi pésima memoria.
A ver, vamos despacio... Allende escogió la primera persona para relatar su novela
[1], una crónica del siglo XVI... Se jugó el todo por el todo.
Hacer una novela histórica no es fácil, que lo diga García Márquez, quien metió la pata en El general y su laberinto –lea esa novela con detenimiento y cuando encuentre el desaguiso no le diga a nadie su ubicación exacta porque el copyright es de una amiga mía–
Pero volvamos a la novela de Isabel. El que sea histórica, o no, debería tenernos sin cuidado, lo que cuenta es el disfrute de un buen libro, o si se quiere, el triunfo de un intento literario.
La autora nos advierte desde el principio (oh-oh, mal presagio) de que ha modernizado (¿?) el castellano de aquellos tiempos y de que narra los hechos tal y como fueron documentados.
Entiendo el asunto si con ello se refiere a la gramática y a la ortografía, sin embargo, ninguna persona del siglo XVI pudo haber dicho: “Todo es subjetivo...” (p.58)
Frases de esa índole, bastante frecuentes al principio, le restan verosimilitud al relato. Lo verosímil, como decía Pirandello, es lo que cuenta.
Pero bueno, dejemos de lado esos errores (nimios para algunos, insoportables para otros)

La novela tiene momentos cumbres, inolvidables, como cuando doña Inés Suárez decapita a los caciques y lanza sus cabezas por el aire, o cuando narra los mitos y costumbres de los indios chilenos, los mapuche, antes de defender su tierra y atacar a los huincas (los españoles)
–Contáles de los primos que se casaron, cuyo ardor llegó a ser legendario... uyuyuy, igualitico que...
–¿Que quién, abuela?
–A nadie, m’ijo, a nadie... seguí, seguí, carajo.
La abuela leyó la novela conmigo de cabo a rabo, porque quería saber quién era la tan famosa Inés y de paso, tomó nota de las cosas que le gustaron, como la lista de medicamentos, hierbas, ungüentos y otros pormenores extraños: “...precipitado blanco... sangre de drago, piedra infernal... tierra japónica...” Además, la historia de Lautaro la leímos una y otra vez.
Aplaudo a la escritora por investigar y escribir sobre los inicios de la conquista en Chile. Me encanta que la protagonista sea una de tantas mujeres (marginadas y vilipendiadas por la "historia")
Pero siento que no es doña Inés quién habla (escasas excepciones), sino, Isabel Allende.
Es difícil saber cómo era doña Inés Suárez, pero ese vacío pudo convertirse en el mayor mérito de Allende. La escritora, podía formar un personaje íntegro por los cuatro costados, pero el resultado fue esa Inés ambigua y un tanto superficial (casi nada al fin y al cabo terminamos sabiendo de ella, ¡de ella!, que se esconde en el pellejo), tan sujeta a Pedro de Valdivia (Pedro para arriba, Pedro para abajo
[2])
Y aunque así halla sido según los hechos, eso a mí me vale un pito, que doña Inés debió parecerse un poco más a doña Bárbara o a la Margarita de Stendhal y un poco menos a Anna Karenina.
Por último, porque me extendí más de lo debido, la nota aclaratoria del final me deja la sospecha de que la autora debería hacerle menos caso a su agente y más a esa “imaginación patológica” de la que dice la han acusado a menudo sus retractores.
Y si he dicho al principio que me genera odio, es porque me recuerda esos hechos tan infames, esa conquista (para que andarse con eufemismos), ¡esa carnicería!, y ese bla, bla, bla que nos acompaña desde la cuna, a la escuela: "Hoy 12 de octubre, nos sentimos orgullosos de conmemorar el encuentro de culturas..."
¡Qué horror!, a mí lo que me da es vergüenza y este libro ha logrado que recuerde, que no olvide, ha logrado que me sienta triste, aunque también me hizo reír y tener miedo, porque en la novela abundan las sabandijas y no faltan españoles que se las coman en un santiamén.
-Creo que te falta algo, carajo.
-¿Qué, abuela?
-Esa señora aún no ha escrito su mejor novela.




1“Soy Inés Suárez, vecina de la leal ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura...”
2 La crónica termina cuando muere doña Inés en 1580, el último registro es la narración de la muerte de Pedro de Valdivia.

domingo, septiembre 03, 2006

A Sangre Fría ****

Truman Capote

Me topé con este libro un día de tantos por accidente, alguien lo había abandonado en una de esas librerías tan empolvadas como mi abuela.
_¿Qué dices sabandija?
_Nada abuela, nada.

¡Ups! -todo por saber como suenan las palabras-.
Y una tras otra me fui leyendo A Sangre Fría.
Una novela de no ficción que coquetea con los amantes del género policial. Aunque es posible que les decepcione el hecho de saber quién es qué desde el principio... (eso me recuerda a El Túnel de Ernesto Sábato).
Pero a otros parroquianos les bastará con saber que la novela ¨es de la vida real¨.
_Ay que ternura, carajo.
_ De tierno no tiene nada, abuela...ni puede tenerlo porque es precisamente como la vida.
_Entonces será como la tuya...
¡Y vaya subtítulo! Apenas para morder el anzuelo.
A lo largo de la novela Capote ahonda en las razones sociales y psicológicas por las que dos exconvictos en libertad bajo palabra cometen un asesinato múltiple en 1959.
Las descripciones son magníficas, verdaderas pinceladas de artista que nos muestran los ambientes y las personas que de una u otra manera se vieron involucradas con la familia Clutter en Holcomb, un suburbio de Kansas City.
Pero muchas veces las descripciones se desbordan hasta el cansancio. A Sangre Fría le calza a la perfección eso de su mayor cualidad es también su peor defecto.
Sin embargo, cuando creemos que ya todo ha sido dicho, Truman Capote nos sorprende con otras tantas historias paralelas... no puedo quitarme de la cabeza a Clyde Barrow y su amante asesina Bonnie Parker.
Ni la escena de los gatos en la plaza cuando todo Garden City espera la llegada de Perry Smith y Dick Hickock el día que son encarcelados a la espera de un juicio.
Ah sí y casi se me olvida: Los últimos párrafos corresponden a los mejores finales del que esta sabandija tenga memoria.
_Decí que fue como cuando murió tu abuelo, carajo. ¡Qué funeral!
_Como no.
_Como no, si fue un bailongo inolvidable... que enterrémoslo aquí, no, no, que mejor por allá...
_Abuela sea más seria, en esta novela no baila nadie y eso del bailongo es inverosímil, no se lo traga nadie.
_Bueno, bueno... pero, ¿de quién sino heredaste esas mentirillas que te pegas a veces?

viernes, agosto 25, 2006

Primero lo primero


La Sabandija(f) Reptil pequeño, un tanto repulsivo y molesto.

Vaya concepto de mí tiene la real academia española. En realidad soy un tipo de lo más dulce y considerado aunque, eso sí, de pocas pulgas.
El que ahora este desempleado no es mi culpa, sino de los horarios ( ¿a quién se le ocurre levantarse antes de las 8:30 de la mañana?)
Prefiero los reductos de la noche donde puedes moverte sin ser visto.
¡Mal hijo!, tal vez, ¿ingenuo?, casi nunca. Aunque mi abuela (admiradora de Guimaraes) considera que no soy nada práctico por querer ser escritor y pasármela leyendo parte del día y de la noche... casi le da un soponcio ¿cómo crees?
_Pero abuela vos dijiste que tenía talento.
_Eso fue hace veinticuatro años ¡carajo!... y hábleme de usted ¡mal educado!.
A lo mejor debí escoger sociología o algo así (me encantan las conversaciones de autobús y el baño pues... no mucho).
Mi mejor compañía son los libros y la peor también porque resulta que a veces decides leer ese libro del que dos o tres amigos te han contado un par de cosas buenas y ¡zaz! qué fiasco, qué indecencia.
Y vaya que perder el tiempo en estos días es un lujo.
Por eso, dado mi natural carácter para las causas sociales y un tanto quijotescas, decidí aventurarme en el sacrificio de tener que leer cualquier cosa con tal de que otros puedan aprovechar el tiempo como se debe y leer tal o cual libro si de verdad vale la pena.
Y como no tengo mucho efectivo que digamos los libros me llegan, casi, por arte de magia...